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Un presidente que no aparece, que no avisa, que no coordina y que, cada día, deja ver que el cargo le queda grande.
Tras la cancelación del desfile cívico, el ayuntamiento ni siquiera fue capaz de cumplir con lo elemental: informar a las escuelas. Decenas de niñas y niños llegaron puntuales, uniformados, ilusionados… y fueron recibidos por el vacío, por la ausencia total de autoridad, por el silencio del gobierno municipal.
Las escuelas Estado de México y Carlos Bernal estuvieron ahí.
Quien no estuvo fue Adolfo Solís Gómez, que volvió a desaparecer cuando debía dar la cara. Lo que sí apareció fue la irresponsabilidad, la falta de compromiso y el desorden que ya se han vuelto marca registrada de esta administración.
La policía municipal, fiel reflejo del caos interno, tampoco respondió.
Solo la Policía Estatal atendió el llamado, demostrando otra vez que la estructura municipal está rebasada, desarticulada y sin mando real.
El mensaje que deja el alcalde es brutal:
no le importan los niños, no le importa la educación, no le importa la organización comunitaria y, sobre todo, no le importa Almoloya de Juárez.
Mientras los pequeños esperaban bajo el sol, la ciudadanía comenta lo que ya es un rumor permanente: el presidente suele estar más pendiente de reuniones personales que de los asuntos públicos. Y aunque él no lo aclare ni lo desmienta, su ausencia constante habla por sí sola.
Y aun así, pretende reelegirse.
Pretende que la gente vuelva a confiar en un gobierno que ni siquiera es capaz de avisar una cancelación. Pretende pedir votos cuando no tiene la mínima seriedad para cumplir con lo básico.
Lo sucedido hoy no es un accidente:
es la radiografía de un gobierno sin dirección, sin liderazgo y sin respeto por la comunidad.
Almoloya de Juárez merece algo mejor que un presidente que solo aparece para la foto y desaparece cuando toca trabajar.
Hoy quedó comprobado:
el verdadero desfile que canceló Adolfo Solís fue el de la responsabilidad, la seriedad y el compromiso.

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