* De Canadá al Cabildo… sin escalas por la decencia, directo al club del “sí señor”
Almoloya de Juárez, México. – En el circo político de Almoloya de Juárez, hay personajes que ni siquiera alcanzan el papel de payasos: son simples decorados.
Y ahí tenemos al flamante tercer regidor, J. Santos Tapia Reyes, quien al parecer confundió el cargo con un boleto dorado para cambiar de vida… pero no precisamente la de los ciudadanos.
Este personaje, que hasta hace poco emigraba a Canadá para ganarse la vida en lo que fuera, hoy ocupa una silla en el Cabildo. ¿Su experiencia? Ninguna. ¿Su preparación? Irrelevante. ¿Su compromiso? Solo con el que le dio el hueso: #AdolfoSolísGómez su jefe, su guía espiritual y, al parecer, su mesías.
Tapia Reyes ha demostrado una habilidad envidiable para hacer una sola cosa: decir “sí señor” a todo lo que le ordena el alcalde. En 100 días ya se le ha visto muy movido… pero no por el pueblo, sino en la compra de terrenos, en disfrutar los beneficios del cargo y en convertirse en un nuevo rico exprés.
Antes apenas tenía para comer, hoy ya anda con aires de inversionista. ¿Coincidencia? Difícil creerlo. Mientras tanto, los ciudadanos que ingenuamente creyeron que este regidor los representaría, siguen esperando a que se asome, que diga algo, lo que sea… aunque sea un “buenos días”. Pero no, el señor está ocupado aplaudiendo, sonriendo y cobrando.
J. Santos Tapia Reyes no es regidor. Es decoración institucional. Un florero con sueldo. Un ornamento caro que adorna un gobierno donde el verdadero arte es simular que se trabaja.
El tercer regidor de Almoloya de Juárez, pasó de buscar trabajo en Canadá a levantar la mano sin chistar en cada ocurrencia del alcalde Adolfo Solís Gómez.
Hoy, a 100 días en el cargo, ya anda comprando terrenos. ¿Será por su gran labor como representante del pueblo? ¿O por ser el más fiel aplaudidor del “chiquillo” en el poder?
Los ciudadanos que lo eligieron siguen esperando que los defienda. Pero parece que el señor regidor está muy ocupado… decorando el Cabildo.
Otro regidor de ornato. Otra decepción más, que dirán sus padrinos políticos.
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