“LA INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARRAIGO EN LOS ESTADOS; JUAN VELAZQUEZ EN ZACATECAS

 

POR: ALBERTO VILLALOBOS GARCÍA. COMUNICACIÓN SOCIAL- CONCAAM/CONAPE Y FECAAZAC.

Este viernes 4 de abril dictará conferencia magistral sobre: “la inconstitucionalidad del arraigo en los estados.
Lugar: congreso del estado de zacatecas.
En punto de las 17 horas.
Invitado por el Lic. José Pablo Mercado. Presidente de la fecazac y secretario de la concaam. Y el “despacho del abogado”, cuyo encargado es el lic. jose manuel santillan campos.
Con más de 40 años como abogado penalista y la madurez de rebasar los 60 de edad, Juan Velásquez se mantiene invicto tras no perder ningún caso, cero señalamientos de corrupción, más de mil reconocimientos y la serenidad para autoevaluar sin complacencias su vida profesional y personal.

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Controvertido pero intachable, disciplinado por hábito, lector empedernido, obsesivo de las leyes, antisocial por costumbre, nacionalista por tradición familiar, honesto por deporte, abogado por imposición; pero con canas que adornan su pulcro peinado y arrugas que rodean sus claros ojos, está satisfecho de su trayectoria.
Juan Velásquez, el abogado de ex presidentes como Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas; del exjefe de la policía capitalina Arturo el Negro Durazo; del primer secretario de Estado preso Félix Barra García, quien fuera funcionario de la Reforma Agraria; del muralista David Alfaro Siqueiros; del cardenal Norberto Rivera Carrera; de Diana Laura Riojas, viuda de Colosio, y las hijas de José Francisco Ruiz Massieu; de banqueros, artistas, empresarios.

CONCAAM..
La revista Poder realizó un sondeo entre especialistas para ubicar a los 10 penalistas más temidos del país por su trayectoria. Entre ellos Juan Velásquez, a quien distinguieron por incorruptible.
Casos que lo marcaron
El propio penalista califica como su “caso más importante” la defensa de Luis Echeverría acusado de genocidio, por el cual rechazó pago de 4 millones de pesos porque dijo “ganar fue más importante que el cobro de honorarios”.
El más difícil, liberar a Raúl Salinas de la cárcel de Almoloya, a quien dedicó casi ocho años de su vida exclusivamente a su defensa porque se consideró responsable de su aprehensión al recomendar a Pablo Chapa Bezanilla como fiscal del asesinato de Ruiz Massieu, quien armó la peor historia de corrupción en la PGR con osamentas sembradas, participación de una bruja y el pago de 500 mil dólares a un testigo falso.
La lista de clientes defendidos es impresionante y todos bajo el riguroso principio de creer en su inocencia y conocer la ley mejor que cualquiera que lo rete.
Sin pasiones ni enojos acepta que no es popular por su cercanía con personajes políticos de quienes no niega su amistad. “José López Portillo era un hombre bueno”. Pero destaca que “no hay una sola persona que pueda demostrarme un hecho de corrupción o tráfico de influencias”.
Más de mil reconocimientos atesora en su biblioteca, lugar preferido porque alberga la herencia más importante que recibió de su padre, el destacado abogado Víctor Velásquez: muchos libros.
También es el espacio donde trabaja cada caso en solitario, sin ayudantes ni socios. Con disciplina revisa la propuesta y cuando está convencido de la inocencia, acepta su defensa.
Propuestas para encabezar instancias de gobierno no le han faltado; pero su convicción es que, a pesar que nunca quiso ser abogado y lo fue por admiración a su padre, se convirtió en el mejor penalista del país.
Legado familiar
Juan Velásquez admite sin reparo que ser abogado no era su vocación. Su sueño era ser militar como su abuelo Manuel Velásquez, subsecretario de Guerra y Marina de Porfirio Díaz, quien junto con su esposa Carmen Romero Rubio, bautizaron a su padre, Víctor.
El ahijado creció bajo el cobijo de una familia con recursos económicos para enviarlo a un internado en Francia y pasar los veranos en Inglaterra. En 1909, a los 15 años, regresó a México e ingresó al Colegio Militar del Castillo de Chapultepec.
Durante la Decena Trágica en 1913, su padre y abuelo, en rechazo a Venustiano Carranza y por lealtad al Ejército federal, debieron exiliarse a Estados Unidos. En ese país, su padre estudió derecho.
Cuando las condiciones políticas en México se tranquilizaron, volvieron al país. Entonces don Víctor defendió con éxito 88 jurados populares de pena de muerte en la década de los 20.
El abogado tuvo a su hijo Juan en una edad madura y esa brecha de años produjo admiración más que un compañero de juegos infantiles. El destino como abogado se impuso.

 

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